domingo, 1 de abril de 2012

Señores, permítanme...

que les cuente una historia.


La historia habla de mi misma.
Si ustedes me leen sabrán bien lo que me está pasando.
Es la primera y quizás, la última vez que hable sin metáforas...
Así que presten atención.


Actualmente y desde hace unos meses, exactamente desde Septiembre, las cosas en mi vida dejaron de ser estables por ciertos motivos que a nadie interesan. Todo se hizo extremadamente difícil en todos los aspectos. Familia, amigos, pareja, dinero, estudios... Y no porque yo quisiera. Una cosa llevaba a la otra y era completamente incontrolable. Siempre he intentado llevarlo todo lo mejor posible y a su ritmo, pero había cosas que no podía solucionar y me bloqueaba. Así que simplemente me dejé. Sin más. Dejé que cualquier cosa, cualquier viento pudiera arrastrarme, porque me daba igual lo que pasara conmigo. Probé muchas cosas que jamás hubiera probado, porque yo antes apreciaba cada segundo de mi vida, pero en aquellos momentos nada en absoluto tenía sentido... O quizás si, pero yo no podía verlo porque el dolor lo tapaba.

Pasaron los meses. Conocí a una persona maravillosa, ¿saben?. Esa persona me ayudó simplemente escuchándome y aconsejándome sin saber apenas sobre mi vida. Pero siempre me sonreía. Siempre escuchaba, siempre comprendía, siempre tenía un abrazo para cuando flaqueaba. Y créanme, flaqueaba casi constantemente, pero ahí estaba. Las cosas fueron cambiando. Tomé decisiones. Dejé a mi pareja. Lo dejamos de mutuo acuerdo aunque sigamos siendo amigos, pero después de casi tres años fue muy difícil. Aún lo es. No pasa un sólo día sin que añore mil momentos. A veces no se echa de menos a la persona en si, sino los momentos que vivías con ella, el amor que sentía por ti y que piensas que no volverá a repetirse. Es jodidamente complicado levantarse cada día sabiendo que tienes que acostumbrarte a que ya no hay nadie ahí constantemente velando por ti porque te quiere, no puedes exigir a nadie que te rescate cuando sientas que no podrías estar más perdida. Y entonces notas la ausencia... y te sientes sola.

Murió mi tío, el padre de mi prima, más hermana que prima y ella se quedó prácticamente sola. Ahí estuve intentando ayudarla todo lo que pude. Dando lo mejor de mi. Tuve problemas con mi padre, como casi siempre, pero esta vez por ponerme limitaciones que me impedían continuar con mi vida propia. Mi madre empezó a ponerse enferma. Hace poco supimos que era crónico. Empecé a alejarme de mi mejor amigo. Empecé a alejarme de todo el mundo. Empecé a encerrarme en mi. Sólo quería ver a aquella persona que conocí en Octubre y que seguía ayudándome al pie del cañón. Iba a clase, sonreía con mi máscara más perfecta. Me inventaba excusas estúpidas para no decir que simplemente no podía ir por problemas económicos. Luego salía de allí y me reunía con esa persona que cuando aparecía y me daba un abrazo, hacía que se dispersaran todos los malos recuerdos y sentimientos. Y era el mejor día de mi semana.

He estado bien un largo tiempo después. Mi primera Navidad en casa desde hace años. Primera Navidad sin amigos. Yo aquí no tengo a nadie, fui perdiendo a la gente progresivamente con el paso de los años por peleas o por simples distanciamientos porque muchos se fueron a estudiar a otras ciudades. Me paso los días metida en casa. Tengo fobia social. Me da un miedo terrible salir sola a la calle, me agobia, hace que quiera esconderme donde menos personas haya. Aún así, me he sentido bien un largo tiempo después de mi catarsis. Incluso he sido feliz a sabiendas de que la felicidad no dura por siempre, pero eso se te olvida cuando el corazón te late tan fuerte que parece que se te va a salir del pecho.

Pero volví a caer. Una vez más. Volví a hacerme daño. Volví a hundirme, pero esta vez fue distinto. Fue como un mazazo en la cabeza. El definitivo. Ese que te dice "despierta, es todo una ilusión, nada dura por siempre". Y me agoté y caí en redondo. Desengaño tras desengaño. Adiós a las ilusiones. Llegué a pasarme dos días seguidos llorando horas y horas encerrada en este cuarto sin que nadie supiera nada. Luego pedí ayuda. Es lo último que habría pedido nunca. Y por fin mi madre se dio cuenta de que lo necesitaba. Quise ir al psicólogo, pero me derivaron al psiquiatra. En la sala de espera llegué a sentirme una loca sin remedio rodeada de personas que estaban perdidas. Ese señor hablaba con tranquilidad y me decía que lo que me pasaba no era culpa mía, que venía de muchos años atrás, de cuando tenía tres años y todo mi futuro cambió a raíz de un solo día. Que no me mandaría antidepresivos, porque sólo servían para casos concretos de depresión por un tema en cuestión, como muerte de un familiar, etc. Así que lo único que me recetó fueron pastillas para controlar mis estados de ánimo y así no hundirme cuando tuviera un mal episodio. Son las pastillas que me dejan dormida sin más y con mil efectos secundarios. Supongo que intentan hacer que no sienta el dolor, pero es absurdo cuando lo sientes, aunque sea muy tenue, y lloras por horas y no comprendes el porqué. Ya no sé si estoy bien porque estoy mejorando o porque tomo pastillas. Han solucionado un poco la fobia social. Me recomendaron que buscara hobbies y metas, y los he encontrado, pero me faltan las fuerzas. Tengo grandes amigos que me apoyan a diario, y tengo a esa persona a la que quiero y considero mi mitad y a la que siento constantemente a mi lado. Y es algo que considero de lo más importante para salir de esto. Pero es sólo cosa mía. Eso sí... ahora me da pánico estar sola y mi madre ha llegado a ofrecerme dormir con ella. No quiero pensar ni un solo segundo. Y cuando digo pánico es pánico. Lloro, intento dormirme para no pensar en nada, me pongo nerviosa... sumo a todo esto que padezco ansiedad y los ataques son muy fuertes.

¿Quieren saber la raíz de que esté así?
Señores, yo nunca fui una mala niña. Ni una mala estudiante. De hecho aunque vistiera raro se me consideraba la alumna más inteligente de mi clase y mis profesores siguen diciendo lo mucho que les sorprendo y lo profunda que soy. Yo nunca he tenido problemas con el alcohol, ni con el tabaco, ni con las drogas. Yo siempre he sido buena estudiante, nunca he mentido a mi familia. Siempre he sido la mejor de las amigas. Nunca he dado problemas a mis padres.

La raíz de mis problemas son los conflictos entre ellos.
Padres que no se hablan, padres que se evitan. Padres que se sienten desconocidos tras muchísimos años de separación y un millón de broncas y espectáculos nefastos. Madre sin fuerzas para continuar que tropieza con la misma piedra una y otra vez hasta sentirse completamente inútil para amar, pero que saca el coraje de su interior por "sus niños". Madre que siempre intenta sonreír aunque las cosas estén mal. Madre que asume que se ha equivocado y que jamás dirá que fue una víctima. Padre que no supo ser padre, ni sabe. Padre que nunca jamás en toda mi vida me ha dicho que me quiere o me ha dado un abrazo. Padre que cuando se ha equivocado jamás me ha pedido perdón. Padre que ha intentado enseñarme todo lo que ha podido pero que no ha comprendido que el cariño y el respeto por los hijos valen mucho más que cualquier cosa material. Padre que a día de hoy hace que sienta que nunca he sido una hija, sino un arma contra la persona a la que odiaba. Un ser moldeable a su imagen y semejanza que nunca quiso ser moldeada y se rebeló hace bien poco, dándose cuenta de que no podía seguir sintiéndose culpable por algo que no podía controlar. Ese padre que me llama y me tiemblan las manos. Ese padre al que no comprendo y apenas conozco. Ese padre que se siente frustrado porque yo no sea él ni haya cumplido sus sueños. Ese padre que no asume que no quiera hablar con él ni ir a verle por el momento porque es mi momento de curarme y que lo peor que puede hacer es humillarme...



Por eso esta carta no va dedicada a mis habituales lectores. Esos pequeños bichos de luz que se cuelan para saber cómo estoy. Esta carta está dedicada a los padres.

Dejen ser a sus hijos crear sus propios caminos. No les obliguen a ser como ustedes. Uno no es padre o madre por engendrar a la criatura. Uno es padre o madre por hacerles crecer y enseñarles a tener una vida propia y estar ahí en todo momento. Escúchenlos. Intenten comprenderlos. A veces es difícil, a veces creerán que lo saben todo sobre ellos pero realmente no sabrán nada porque jamás les han dejado explicarse. Libérenlos. Dejen que sean ellos mismos. No les obliguen a cumplir sus sueños frustrados, anímenlos a que cumplan los suyos propios. Déjenlos volar libres y seguir sus propias vidas, aprender de sus errores y recolectar experiencias.  Les garantizo que si hacen esto, ellos volarán sabiendo que sus padres siempre estuvieron ahí pasara lo que pasara y apreciarán cada detalle y cada momento con ustedes. Y entonces volverán de manera continua para contarles lo feliz que es gracias a sus esfuerzos por permitirle seguir su camino. Crean, crean ciegamente, pongan la mano en el fuego por sus hijos y ellos les amarán eternamente porque sabrán que siempre estuvieron ahí...

Ustedes no quieren que acaben tal cual estoy yo ahora. Sintiendo que me muero por dentro por muchas fuerzas que le ponga. Quiero salir. Por supuesto, pero es una pelota enorme de mil cosas que llevan mil años dentro de mi. Hay padres que no saben ser padres. Si ven a sus hijos llorar incluso no son capaces de escuchar su dolor. Si las cosas siguen así sus hijos simplemente se irán en cuanto tengan oportunidad y puedo jurar que jamás volverán a saber de ellos. si eso de vez en cuando, y como una visita fugaz. Seguro que no quieren eso. Hay cosas que los hijos no sabemos perdonar porque el dolor es perpetuo. Háganme caso. Sólo son recomendaciones a partir de experiencias y con el mayor de los respetos.


Sólo podría terminar esta carta de una forma, y es dándote las gracias mamá. 
No por ser mi madre, sino por saber ser madre con todas las consecuencias, escucharme y levantarme a pesar de tu propio dolor. Te quiero, siempre, es algo que no va a cambiar aunque tengamos días malos.

Tomen ejemplo.
Ustedes querrían que sus hijos sintieran lo que yo siento por ella.


Gánenselo.



Un abrazo y buenas noches.




4 comentarios:

Isi G. dijo...

Me has tocado mucho con esto, con recuerdos y demás. Gracias por escribirlo.

Y mucho, muchísimo ánimo preciosa :) Un abrazo enorme, sirenita azul^^

><>º ><>º ><>º ><>º

Anónimo dijo...

¡¡¡IMPOSTURA!!!

Cörvus dijo...

Por favor, en castellano.

Anónimo dijo...

Estoy llorando. No lo digo por decir, es literal. Me has conmovido más de lo que imaginas con tu carta, no quiero ni imaginarme por lo que has tenido que pasar, pero yo también sufrí por asuntos de madres, pero gracias a dios, mi familia salió del bache.

No puedo decirte que todo es perfecto o que el mundo es rosa, pero si puedo decirte que eres bella, hermosa, eres fuerte y valiente y eso es más que admirable. Me gustaría ser un poquito más como tú, tener parte de tu fuerza para salir de los problemas.

A pesar de que creas que todo es oscuridad, siempre hay una luz que te salva, un ángel dispuesto a prestarte sus alas y volar contigo.

Sé que puedes con todo esto, estoy segura. Muchísima fuerza, Zoe, preciosa Zoe.

Un abrazo (L)