martes, 12 de marzo de 2013

Detenme.

Porque no sé si seguirte de nuevo me hará caer al vacío.

Pero en días en los que las calles están tan húmedas y el pelo se me alborota, lo único que me apetece es besarte. Besarte, echarme en tu hombro y llorarte lo muchísimo que te echo de menos. A todas horas y cada segundo en el que te saltas la restricción de mi cerebro de no pensar en ti.

Quiero olerte a café y poder pisar los mismos charcos que entonces. Poder mirar esa farola sin odiarla. No temblar al cruzar ese barrio en el bus. No quiero ver ese semáforo si tú no me esperas debajo.

Te dije que no se acabaría el latido por mucho que doliese. Yo lo veía venir. Y aquí estoy.
Entre la gente, mientras llueve sobre mi cabeza y observo sin paragüas tu silueta a lo lejos, sin saber si vas o vienes. Supongo que el 80% de mí ya ha perdido toda esperanza. ¿Y el resto aún no? No puedo escuchar tu voz. Sé que si te tengo delante sólo querré observarte con detalle para que sigas marcado en mí. Sea como sea. Y tengo miedo. Tengo miedo de que desaparezcas para siempre.

No sé si imaginas o sabes lo que es esto. Pero me enfría los huesos y no me deja respirar. Desde que te fuiste nada ha vuelto a ser lo mismo. Ni siquiera yo. Sobretodo yo.

Ahora sólo me quedan un puñado de cicatrices.




... No me dejes recuperar la cordura, y agárrame fuerte, aunque no quieras saber más de mí. Por favor, Octubre, no te vayas...

No hay comentarios: