jueves, 9 de junio de 2011

Lord of the flies

"Su mente estaba llena de recuerdos [...] de haber vencido a un ser vivo, de haberle impuesto su voluntad, de haberle arrancado la vida, con la satisfacción de quien sacia una larga sed."


Escena original de la película. 1963.


"Simon, como una pequeña imagen bronceada, oculto por las hojas, permaneció donde estaba. Incluso al cerrar los ojos se le aparecía la cabeza del jabalí como una reimpresión en su retina. Aquellos ojos entreabiertos estaban ensombrecidos por el infinito escepticismo del mundo de los adultos. Le aseguraban a Simon que todas las cosas acababan mal.


-Ya lo sé.


Simon se dio cuenta de que había hablado en voz alta. Abrió los ojos rápidamente a la extraña luz del día y volvió a ver la cabeza con su mueca de regocijo, ignorante de las moscas, del montón de tripas, e incluso de su propia situación indigna, clavada en un palo.
Se mojó los labios secos y miró hacia otro lado.
Un regalo, una ofrenda para la fiera. ¿No vendría la fiera a recogerla?

La cabeza, pensó él, parecía estar de acuerdo. Sal corriendo, le dijo la cabeza en silencio, vuelve con los demás. Todo fue una broma... ¿por qué te vas a preocupar? Te equivocaste; no es más que eso. Un ligero dolor de cabeza, quizá te sentó mal algo que comiste. Vuélvete, hijo, decía en silencio la cabeza.


Simon alzó los ojos, sintiendo el peso de su melena empapada, y contempló el cielo.
Por una vez estaba cubierto de nubes, enormes torreones de tonos grises, marfileños y cobrizos que parecían brotar de la propia isla. Pesaban sobre la tierra, destilando, minuto tras minuto, aquel opresivo y angustioso calor. Hasta las mariposas abandonaron el espacio abierto donde se hallaba esa cosa sucia que esbozaba una mueca y goteaba.


Simon bajó la cabeza, con los ojos muy cerrados y cubiertos, luego, con una mano.
No había sombra bajo los árboles; sólo una quietud de nácar que lo cubría todo y transformaba las cosas reales en ilusorias e indefinidas. El montón de tripas era un borbollón de moscas que zumbaban como una sierra. Al cabo de un rato, las moscas encontraron a Simon.
Atiborradas, se posaron junto a los arroyuelos de sudor de su rostro y bebieron. Le hacían cosquillas en la nariz y jugaban a dar saltos sobre sus muslos.
Eran de color negro y verde iridiscente, e infinitas.


Frente a Simon, el Señor de las Moscas pendía de la estaca y sonreía en una mueca."


El señor de las moscas. (8.Ofrenda a las tinieblas)
William Golding.



3 comentarios:

Isi G. dijo...

Un libro enorme, sin duda. Espero poder leerlo pronto (antes tengo pendiente el segundo de El Señor de los Anillos^^)

Besotes^^

Victoria Karr dijo...

Librazo donde los haya.

Txu dijo...

mola XD tengo k ver la peli